Hace unos días, varias personas del grupo de Huertos Urbanos de Ecologistas en Acción Málaga, fuimos a Sevilla a conocer las experiencias de huertas en la ciudad, para sacar ideas y empezar a mover estas iniciativas en Málaga.
A continuación os dejamos una crónica de la visita elaborada por Alberto Llamas y con fotografías de Galo Acebes y Leo Jiménez.
EL HUERTO DEL REY MORO
La calle Enladrillada está en una de las zonas menos conocidas del casco histórico de Sevilla. Sus aceras son estrechas, pero de todas formas por ella pasan pocos vehículos y pocos peatones. La mayoría de los edificios son de los años sesenta: no tienen ningún encanto en especial, pero tampoco destacan por su fealdad. A mitad de calle, aparece el muro de un solar y un portón abierto invita a entrar: en su interior no nos encontramos la habitual mezcla de cascotes, malvas y basura, sino una explanada con hierba y una gran higuera bajo la que juegan cuatro o cinco niños.
Algo más allá, hay un grupo de árboles que han perdido sus hojas por el invierno. Bajo sus ramas, una decena de personas, entre adultos y niños, preparan una barbacoa. Algunos ya se están tomando su cervecita en alguno de los bancos semicirculares. Es sábado por la mañana, más bien un día de reunión que de trabajo en el huerto del rey moro. Al fondo del todo, un hombre de unos cuarenta años cultiva sus dos pequeñas parcelas: tiene una planta de berenjenas que ha sobrevivido al año anterior; muchos ajos, coliflor, acelgas, espinacas, grandes matas de habas y una enorme planta de alcachofas...
-Unas vecinas, desde su terraza, vieron el solar abandonado y decidieron ocuparlo –nos cuenta. –Fue muchísimo trabajo, y casi desde el principio se empezó a negociar con el ayuntamiento para legalizarlo. El huerto del rey moro cumple ahora seis años, y con esto de la crisis parece que el ayuntamiento no tiene mucha prisa en construir en el solar. Estamos por tanto, no legalizados, pero sí tolerados.
Al parecer, en la mayor parte de la superficie del huerto nunca se había construido, siempre fue jardín o huerto. Sin embargo, nos dicen, en alguna de sus esquinas existen restos arqueológicos. Conforme avanza la mañana va llegando más gente, en total unas veinte o treinta personas que se reparten en dos grupos por un espacio de unos 2.000 metros cuadrados.
-Los huertos escolares han sido claves para alcanzar el grado de seguridad que tenemos –nos dice otro de los hortelanos. –Casi desde el principio, tenemos aquí a colegios que vienen a aprender cómo se cultivan las plantas. Una vez que vienen colegios, es muy difícil desalojar un espacio.
Hace una mañana soleada y suave y El Rey Moro parece la versión más creíble del paraíso terrenal. Un señor de sesenta años, elegante y educado, que vive en Isla Cristina, ha parado aquí a leer una novela mientras sale su tren para Madrid. Conoció el lugar por una de sus hijas y, siempre que puede, llega con dos horas de adelanto para pasarse por aquí. Hablamos un rato con él sobre la putada que nos ha hecho el gobierno al recortar (y casi impedir) las jubilaciones, y la posibilidad de que aquí estallen revueltas como la de Egipto. Volvemos con el anterior hortelano, de treinta y tantos años, parece un alemán que lleve veinte años en Sevilla.
-En el huerto intentamos buscar un equilibrio entre los niveles de apertura: que no sea un gueto de los guays, cerrado al barrio y en realidad elitista; pero tampoco que llegue una familia de dos calles más para allá y lo deje todo lleno de basura. Cuando viene gente nueva, les enseñamos cómo funciona todo, cómo se recoge todo, y enseguida se adaptan al lugar. Hay gente que funciona según la permacultura, otros no (no hay que empezar con un listón demasiado alto).
Un compañero suyo nos lleva a su bancal y nos da varias ramas de salvia de hoja alargada, con flores azules (sirve sobre todo para infusiones); también de bergamota (una hierba cítrica que se usa para perfumes y para el té Earl Grey); también de centella, una hierba de hojas redondas que se extiende como su nombre indica (dice que es digestiva).
Cuesta mucho irse del Rey Moro, dan ganas de vivir en Sevilla exclusivamente para venir aquí a leer novelas y tomarse un guiso de verduras con los amigos (y con los niños de los amigos). Se me olvidaba, sus hortelanos recomiendan usar el espacio para organizar cumpleaños de niños: se disfruta y a la vez se adquiere legitimidad social.
HUERTOS DE SAN JERÓNIMO
El primer huerto que visitamos en nuestro paso por Sevilla fue el de Ecologistas en Acción. Es seis o siete veces más grande que el huerto del Rey Moro. Está en el barrio de San Jerónimo, a un par de kilómetros del centro. Por lo visto, allí estaban los viveros de la Expo 92. Al terminar tan siniestro evento, los terrenos quedaron abandonados y los ecologistas sevillanos pidieron que les cedieran su gestión. Las parcelas tienen entre 75 y 150 metros: a media mañana de un viernes hay siete u ocho personas mayores cultivando; algunos tienen surcos cuidadosamente trazados; la mayoría tienen coliflores, habas y todo tipo de verduras con aspecto muy lozano. Se ve que saben cultivar. Nos enseña el espacio Elena, la responsable de huertos escolares, una chica de pelo rizado y sonrisa permanente.
-Para asignar una parcela se prioriza a jubilados y a desempleados. Los requisitos son que todos los huertos sean de agricultura ecológica, para autoconsumo, y que los usuarios hagan un curso de agroecología que impartimos los martes. Los cedemos por un tiempo de dos años, con posibles prórrogas.
Mientras tanto, nos ha llevado hasta la parcela de los huertos escolares, que contrasta con los lustrosos cultivos anteriores: alguna lechugita aquí y allá, alguna col a medio crecer, muchas adventicias...
-Claro que esto no está como los huertos de antes. Aquí la prioridad es enseñar a los niños, trabajar en común... Cada niño viene una vez al mes. Son de dos colegios del barrio y de un instituto cercano. También se hacen visitas puntuales de otros colegios.
Al lado hay un gran invernadero con semilleros de hortalizas de variedades locales. Nos llama la atención cómo han reciclado los tetrabricks como semilleros.
-Hemos tenido algunos problemas de vandalismo, por eso hemos tenido que poner vallas en cada huerto. Se dedican más a destrozarlo todo que a llevarse hortalizas. Ahora le hemos ofrecido quedarse en la caseta a un hombre que dormía en la calle. Si oye algún ruido, enciende las luces, y si hay problemas, llama a la policía.
Elena nos lleva a un lugar curioso: un gran espacio vallado con una veintena de gallinas y pavos. Allí han puesto en marcha una curiosa iniciativa, Tu basura vale un huevo.
-Si alguien trae una bolsa con desperdicios vegetales, se puede llevar un huevo de estas gallinas. También vamos a traer ovejas de una raza a punto de extinguirse, churras de lebrija: su lana es muy basta y se usaba para hacer colchones; como ahora se hacen sintéticos, se sacrificó a casi todos los ejemplares de la especie; solo quedaron las 200 de un hombre que las conservó por capricho. Vamos a traer algunas aquí para controlar el exceso de hierbas, quizá también aprovechemos la leche y la lana.
En una cabaña de madera está el almacén, donde se guardan las herramientas y hay taquillas para cada hortelano. Algo más allá hay una casita donde están las oficinas de Ecologistas en Acción. Nos recibe Susana, que es la principal organizadora del huerto, una mujer que parece tener carácter para poner firme a quien no cumpla las normas. Lo primero que nos cuenta es que acaban de constituir en Sevilla la Plataforma de Huertos Urbanos: además de este, incluye los de Miraflores, Rey Moro, Alcosa, Torreblanca y, en proyecto, Bellavista.
-Para solucionar los problemas que surgen, el ayuntamiento nos ha propuesto hacer un reglamento de huertos urbanos. La verdad es que el borrador que nos enviaron era horrible, y nosotros estamos terminando una propuesta alternativa (en unos días nos enviará los dos documentos).
Luego cuenta cómo el ayuntamiento cedió las instalaciones a Ecologistas en Acción por un “convenio marco”, y el propio consistorio hizo las obras de fontanería y el almacén. El compromiso de EeA era gestionar el proyecto.
-Nosotros somos los que controlamos la lista de espera, un tema muy delicado. Asignamos las parcelas no solo por orden de inscripción, sino por el mayor o menor interés que muestra cada persona: algunos se apuntan y no vuelven a aparecer, otros vienen mucho y no paran de participar.
Hay todo un sistema penal en el huerto.
-Por ejemplo, usar productos químicos es motivo de expulsión directa. A la primera que comprobemos que has echado algo químico, te vas a la calle. Algunos lo aceptan, y en otros casos hay problemas. Usar la manguera en vez del goteo también es falta (aunque para algunos cultivos, como la patata, es necesario, y lo permitimos en varias ocasiones).
El comité del huerto de San Jerónimo tiene que estar pendiente de muchas cosas.
-A veces hemos analizado el suelo y comprobado que tenía un exceso de estiércol, que tuvimos que compensar. Para nosotros es muy importante tener una formación continua para los hortelanos.
Susana parece un pilar de este huerto. Le ha dedicado bastantes años de su vida y está dispuesta a luchar para defenderlo.
HUERTOS DE MIRAFLORES (Huerta Las Moreras)
Miraflores es una barriada obrera de los años setenta. Edificios enormes e impersonales con nombres como Brisa Atlantica IV. Hay que caminar casi una hora desde el casco antiguo para llegar aquí. El parque de Miraflores es largo, constituye una “mancha verde” tan importante que el contraste entre los edificios y la vegetación da un resultado que nos parece hermoso. Antes de encontrar los huertos, nos topamos con una pequeña feria medieval donde dos de nuestros compañeros se enamoraran posteriormente de una pata de cerdo al horno.
Al fin estamos en los huertos: un señor mayor cava sus surcos y nos explica sus métodos de cultivo hasta que llega su nieta adolescente reclamando su atención. Las parcelas tendrán algo más de cincuenta metros: habas, acelgas, coles, lo habitual de esta época. También casi todo muy cuidado. En una pequeña colina se levanta un pequeño cortijo, y ante él están sentadas charlando seis personas. Cinco son hombres y mujeres de sesenta y tantos. La otra es una mujer varias décadas más joven, es la coordinadora, una técnica pagada por el Comité pro Huerto (con cargo a una subvención). Ella es quien empieza hablar, pero los demás participan en cualquier momento.
-En el PGOU del 63 esto era una zona verde. Pero luego construyeron los bloques e iban a hacer aquí un centro comercial.
-Los vecinos ocupamos el terreno y empezamos a movilizarnos –dice una señora mayor con sonrisa dulce. –Se creó el comité pro huerto, empezaron los huertos escolares. En 1989 pareció al fin que el parque iba a salir adelante. Después de uno de Alcalá de Henares, fuimos el segundo huerto vecinal de España.
-En este caso ayudó mucho que muchas personas mayores de este barrio habían sido hortelano. Venían de pueblos de la provincia.
Les preguntamos cómo distribuyen los bancales.
-Una vez al año abrimos un periodo de solicitudes para quienes quieren hacerse cargo de los huertos que hayan quedado vacantes. Hacemos un sorteo para particulares y otro para asociaciones. Quienes resultan agraciados, se los quedan. En total tenemos 160 parcelas.
¿Cómo es que algunos quedan libres?
-Alguien los deja, o incumple las normas y se les expulsa. Deben mantener su parcelas limpias y cultivadas. Tampoco se puede usar pesticidas, el que lo haga se va a la calle.
En Miraflores hay una “Comisión de Hortelanos” que intermedia entre los hortelanos y el ayuntamiento. Actualmente está en vigor una subvención al “Comité pro huerto” que permite pagar a tres educadoras y una coordinadora. Además de los huertos escolares, en Miraflores también son muy importantes las fiestas: celebran catas de patatas y de tomates, la fiesta del belén (con niño jesús viviente incluido)... Los hortelanos no tienen que ser del barrio, pueden venir de cualquier parte de Sevilla.
Otra cuestión interesante son los “tajos”: los usuarios tienen que participar en tareas comunales. Hay tajos de invernadero, tutores hortelanos (enseñan a los nuevos), tajo de jardines, de fontanería...
¿Qué productos son los que mejor se les dan?
-Lo más espectacular son los tomates –dice una señora de pelo negro. –El tomate corazón de toro y el rosado. Mis hijas, que ya están casadas, se llevan montones en cuanto llega la cosecha. Para tener todo el año, lo que hago es preparar un pisto y congelarlo. También están muy buenas las patatas.
La señora del pisto se ofrece a enseñarnos su huerto, pero ya estamos muy cansados y cuando llegamos ante él, apenas hacemos un par de comentarios. Nos dirigimos hacia la pata de cerdo medieval y la mayoría no se da cuenta de cuándo la señora deja de seguirnos. Me despido por todos, y eso a algunos parece dejarles cierto sentimiento de culpa. El relato de nuestra visita a la ciudad de los huertos ha terminado.
Entra en el blog de las huertas de Miraflores pinchando aquí.
A continuación os dejamos una crónica de la visita elaborada por Alberto Llamas y con fotografías de Galo Acebes y Leo Jiménez.
EL HUERTO DEL REY MORO
La calle Enladrillada está en una de las zonas menos conocidas del casco histórico de Sevilla. Sus aceras son estrechas, pero de todas formas por ella pasan pocos vehículos y pocos peatones. La mayoría de los edificios son de los años sesenta: no tienen ningún encanto en especial, pero tampoco destacan por su fealdad. A mitad de calle, aparece el muro de un solar y un portón abierto invita a entrar: en su interior no nos encontramos la habitual mezcla de cascotes, malvas y basura, sino una explanada con hierba y una gran higuera bajo la que juegan cuatro o cinco niños.
Algo más allá, hay un grupo de árboles que han perdido sus hojas por el invierno. Bajo sus ramas, una decena de personas, entre adultos y niños, preparan una barbacoa. Algunos ya se están tomando su cervecita en alguno de los bancos semicirculares. Es sábado por la mañana, más bien un día de reunión que de trabajo en el huerto del rey moro. Al fondo del todo, un hombre de unos cuarenta años cultiva sus dos pequeñas parcelas: tiene una planta de berenjenas que ha sobrevivido al año anterior; muchos ajos, coliflor, acelgas, espinacas, grandes matas de habas y una enorme planta de alcachofas...
-Unas vecinas, desde su terraza, vieron el solar abandonado y decidieron ocuparlo –nos cuenta. –Fue muchísimo trabajo, y casi desde el principio se empezó a negociar con el ayuntamiento para legalizarlo. El huerto del rey moro cumple ahora seis años, y con esto de la crisis parece que el ayuntamiento no tiene mucha prisa en construir en el solar. Estamos por tanto, no legalizados, pero sí tolerados.
Al parecer, en la mayor parte de la superficie del huerto nunca se había construido, siempre fue jardín o huerto. Sin embargo, nos dicen, en alguna de sus esquinas existen restos arqueológicos. Conforme avanza la mañana va llegando más gente, en total unas veinte o treinta personas que se reparten en dos grupos por un espacio de unos 2.000 metros cuadrados.
-Los huertos escolares han sido claves para alcanzar el grado de seguridad que tenemos –nos dice otro de los hortelanos. –Casi desde el principio, tenemos aquí a colegios que vienen a aprender cómo se cultivan las plantas. Una vez que vienen colegios, es muy difícil desalojar un espacio.
Hace una mañana soleada y suave y El Rey Moro parece la versión más creíble del paraíso terrenal. Un señor de sesenta años, elegante y educado, que vive en Isla Cristina, ha parado aquí a leer una novela mientras sale su tren para Madrid. Conoció el lugar por una de sus hijas y, siempre que puede, llega con dos horas de adelanto para pasarse por aquí. Hablamos un rato con él sobre la putada que nos ha hecho el gobierno al recortar (y casi impedir) las jubilaciones, y la posibilidad de que aquí estallen revueltas como la de Egipto. Volvemos con el anterior hortelano, de treinta y tantos años, parece un alemán que lleve veinte años en Sevilla.
-En el huerto intentamos buscar un equilibrio entre los niveles de apertura: que no sea un gueto de los guays, cerrado al barrio y en realidad elitista; pero tampoco que llegue una familia de dos calles más para allá y lo deje todo lleno de basura. Cuando viene gente nueva, les enseñamos cómo funciona todo, cómo se recoge todo, y enseguida se adaptan al lugar. Hay gente que funciona según la permacultura, otros no (no hay que empezar con un listón demasiado alto).
Un compañero suyo nos lleva a su bancal y nos da varias ramas de salvia de hoja alargada, con flores azules (sirve sobre todo para infusiones); también de bergamota (una hierba cítrica que se usa para perfumes y para el té Earl Grey); también de centella, una hierba de hojas redondas que se extiende como su nombre indica (dice que es digestiva).
Cuesta mucho irse del Rey Moro, dan ganas de vivir en Sevilla exclusivamente para venir aquí a leer novelas y tomarse un guiso de verduras con los amigos (y con los niños de los amigos). Se me olvidaba, sus hortelanos recomiendan usar el espacio para organizar cumpleaños de niños: se disfruta y a la vez se adquiere legitimidad social.
HUERTOS DE SAN JERÓNIMO
El primer huerto que visitamos en nuestro paso por Sevilla fue el de Ecologistas en Acción. Es seis o siete veces más grande que el huerto del Rey Moro. Está en el barrio de San Jerónimo, a un par de kilómetros del centro. Por lo visto, allí estaban los viveros de la Expo 92. Al terminar tan siniestro evento, los terrenos quedaron abandonados y los ecologistas sevillanos pidieron que les cedieran su gestión. Las parcelas tienen entre 75 y 150 metros: a media mañana de un viernes hay siete u ocho personas mayores cultivando; algunos tienen surcos cuidadosamente trazados; la mayoría tienen coliflores, habas y todo tipo de verduras con aspecto muy lozano. Se ve que saben cultivar. Nos enseña el espacio Elena, la responsable de huertos escolares, una chica de pelo rizado y sonrisa permanente.
-Para asignar una parcela se prioriza a jubilados y a desempleados. Los requisitos son que todos los huertos sean de agricultura ecológica, para autoconsumo, y que los usuarios hagan un curso de agroecología que impartimos los martes. Los cedemos por un tiempo de dos años, con posibles prórrogas.
Mientras tanto, nos ha llevado hasta la parcela de los huertos escolares, que contrasta con los lustrosos cultivos anteriores: alguna lechugita aquí y allá, alguna col a medio crecer, muchas adventicias...
-Claro que esto no está como los huertos de antes. Aquí la prioridad es enseñar a los niños, trabajar en común... Cada niño viene una vez al mes. Son de dos colegios del barrio y de un instituto cercano. También se hacen visitas puntuales de otros colegios.
Al lado hay un gran invernadero con semilleros de hortalizas de variedades locales. Nos llama la atención cómo han reciclado los tetrabricks como semilleros.
-Hemos tenido algunos problemas de vandalismo, por eso hemos tenido que poner vallas en cada huerto. Se dedican más a destrozarlo todo que a llevarse hortalizas. Ahora le hemos ofrecido quedarse en la caseta a un hombre que dormía en la calle. Si oye algún ruido, enciende las luces, y si hay problemas, llama a la policía.
Elena nos lleva a un lugar curioso: un gran espacio vallado con una veintena de gallinas y pavos. Allí han puesto en marcha una curiosa iniciativa, Tu basura vale un huevo.
-Si alguien trae una bolsa con desperdicios vegetales, se puede llevar un huevo de estas gallinas. También vamos a traer ovejas de una raza a punto de extinguirse, churras de lebrija: su lana es muy basta y se usaba para hacer colchones; como ahora se hacen sintéticos, se sacrificó a casi todos los ejemplares de la especie; solo quedaron las 200 de un hombre que las conservó por capricho. Vamos a traer algunas aquí para controlar el exceso de hierbas, quizá también aprovechemos la leche y la lana.
En una cabaña de madera está el almacén, donde se guardan las herramientas y hay taquillas para cada hortelano. Algo más allá hay una casita donde están las oficinas de Ecologistas en Acción. Nos recibe Susana, que es la principal organizadora del huerto, una mujer que parece tener carácter para poner firme a quien no cumpla las normas. Lo primero que nos cuenta es que acaban de constituir en Sevilla la Plataforma de Huertos Urbanos: además de este, incluye los de Miraflores, Rey Moro, Alcosa, Torreblanca y, en proyecto, Bellavista.
-Para solucionar los problemas que surgen, el ayuntamiento nos ha propuesto hacer un reglamento de huertos urbanos. La verdad es que el borrador que nos enviaron era horrible, y nosotros estamos terminando una propuesta alternativa (en unos días nos enviará los dos documentos).
Luego cuenta cómo el ayuntamiento cedió las instalaciones a Ecologistas en Acción por un “convenio marco”, y el propio consistorio hizo las obras de fontanería y el almacén. El compromiso de EeA era gestionar el proyecto.
-Nosotros somos los que controlamos la lista de espera, un tema muy delicado. Asignamos las parcelas no solo por orden de inscripción, sino por el mayor o menor interés que muestra cada persona: algunos se apuntan y no vuelven a aparecer, otros vienen mucho y no paran de participar.
Hay todo un sistema penal en el huerto.
-Por ejemplo, usar productos químicos es motivo de expulsión directa. A la primera que comprobemos que has echado algo químico, te vas a la calle. Algunos lo aceptan, y en otros casos hay problemas. Usar la manguera en vez del goteo también es falta (aunque para algunos cultivos, como la patata, es necesario, y lo permitimos en varias ocasiones).
El comité del huerto de San Jerónimo tiene que estar pendiente de muchas cosas.
-A veces hemos analizado el suelo y comprobado que tenía un exceso de estiércol, que tuvimos que compensar. Para nosotros es muy importante tener una formación continua para los hortelanos.
Susana parece un pilar de este huerto. Le ha dedicado bastantes años de su vida y está dispuesta a luchar para defenderlo.
HUERTOS DE MIRAFLORES (Huerta Las Moreras)
Miraflores es una barriada obrera de los años setenta. Edificios enormes e impersonales con nombres como Brisa Atlantica IV. Hay que caminar casi una hora desde el casco antiguo para llegar aquí. El parque de Miraflores es largo, constituye una “mancha verde” tan importante que el contraste entre los edificios y la vegetación da un resultado que nos parece hermoso. Antes de encontrar los huertos, nos topamos con una pequeña feria medieval donde dos de nuestros compañeros se enamoraran posteriormente de una pata de cerdo al horno.
Al fin estamos en los huertos: un señor mayor cava sus surcos y nos explica sus métodos de cultivo hasta que llega su nieta adolescente reclamando su atención. Las parcelas tendrán algo más de cincuenta metros: habas, acelgas, coles, lo habitual de esta época. También casi todo muy cuidado. En una pequeña colina se levanta un pequeño cortijo, y ante él están sentadas charlando seis personas. Cinco son hombres y mujeres de sesenta y tantos. La otra es una mujer varias décadas más joven, es la coordinadora, una técnica pagada por el Comité pro Huerto (con cargo a una subvención). Ella es quien empieza hablar, pero los demás participan en cualquier momento.
-En el PGOU del 63 esto era una zona verde. Pero luego construyeron los bloques e iban a hacer aquí un centro comercial.
-Los vecinos ocupamos el terreno y empezamos a movilizarnos –dice una señora mayor con sonrisa dulce. –Se creó el comité pro huerto, empezaron los huertos escolares. En 1989 pareció al fin que el parque iba a salir adelante. Después de uno de Alcalá de Henares, fuimos el segundo huerto vecinal de España.
-En este caso ayudó mucho que muchas personas mayores de este barrio habían sido hortelano. Venían de pueblos de la provincia.
Les preguntamos cómo distribuyen los bancales.
-Una vez al año abrimos un periodo de solicitudes para quienes quieren hacerse cargo de los huertos que hayan quedado vacantes. Hacemos un sorteo para particulares y otro para asociaciones. Quienes resultan agraciados, se los quedan. En total tenemos 160 parcelas.
¿Cómo es que algunos quedan libres?
-Alguien los deja, o incumple las normas y se les expulsa. Deben mantener su parcelas limpias y cultivadas. Tampoco se puede usar pesticidas, el que lo haga se va a la calle.
En Miraflores hay una “Comisión de Hortelanos” que intermedia entre los hortelanos y el ayuntamiento. Actualmente está en vigor una subvención al “Comité pro huerto” que permite pagar a tres educadoras y una coordinadora. Además de los huertos escolares, en Miraflores también son muy importantes las fiestas: celebran catas de patatas y de tomates, la fiesta del belén (con niño jesús viviente incluido)... Los hortelanos no tienen que ser del barrio, pueden venir de cualquier parte de Sevilla.
Otra cuestión interesante son los “tajos”: los usuarios tienen que participar en tareas comunales. Hay tajos de invernadero, tutores hortelanos (enseñan a los nuevos), tajo de jardines, de fontanería...
¿Qué productos son los que mejor se les dan?
-Lo más espectacular son los tomates –dice una señora de pelo negro. –El tomate corazón de toro y el rosado. Mis hijas, que ya están casadas, se llevan montones en cuanto llega la cosecha. Para tener todo el año, lo que hago es preparar un pisto y congelarlo. También están muy buenas las patatas.
La señora del pisto se ofrece a enseñarnos su huerto, pero ya estamos muy cansados y cuando llegamos ante él, apenas hacemos un par de comentarios. Nos dirigimos hacia la pata de cerdo medieval y la mayoría no se da cuenta de cuándo la señora deja de seguirnos. Me despido por todos, y eso a algunos parece dejarles cierto sentimiento de culpa. El relato de nuestra visita a la ciudad de los huertos ha terminado.
Entra en el blog de las huertas de Miraflores pinchando aquí.
he montado recientemente esto www.lahuertadelaalgaba.es y me gustaría pues saber si me podéis echar una mano a buscar clientes
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